Jueves, 4 de septiembre de 2025

Exposición “Desembocadura”, de Joaquín Delgado

El COAS inaugurará la exposición Desembocadura; horizontes en la memoria, de Joaquín Delgado, el próximo jueves 4 de septiembre, a las 20 h. Una muestra que reúne una serie de obras en las que el autor regresa a los paisajes de su infancia desde una mirada madura y reflexiva.

La muestra estará abierta al público hasta el viernes 29 de septiembre en la sede del Colegio (Pl. Cristo de Burgos, 35, Sevilla), de lunes a viernes, de 9-14 h., y las tardes de martes y jueves, de 16-20 h.

Exposición | “Desembocadura; horizontes en la memoria

En esta serie hay un retorno al paisaje de mi infancia (Sanlúcar de Barrameda). La desembocadura del río es un lugar de incomparable belleza, donde la naturaleza y la historia se funden. Tierra de vinos que ha sido testigo de navegaciones y de grandes exploradores. Estuario privilegiado donde Doñana, sus marismas y su luz única crean paisajes que han inspirado a artistas a lo largo del tiempo.

Mis primeros encuentros con la pintura fueron necesariamente con el terruño; ahora desde una postura más madura y reflexiva vuelvo a él. Son los mismos horizontes, pero examinados bajo la inflexión que dota la experiencia. Las bandas de color que se acercan a la abstracción recuerdan a las masas de aguas oceánicas y al litoral de Cádiz en distintas horas del día.

Las playas donde jugaba y mariscaba en mi niñez son recordadas en campos de color y en pinceladas que evocan horizontes, surcos de arena que dibujan la marea o la espuma del mar que se forman en las orillas.

Joaquín Delgado


Joaquín Delgado en su casa

Uno de los propósitos, yo diría, radicalmente nobles del arte es reconciliarnos con el mundo. Y conseguirlo no a través de la sociología, la denuncia política o las distintas filosofías al uso, sino gracias a la transmisión de placer que produce la reflexiva contemplación de la naturaleza. En estos casos es evidente que el artista no reflejará el mundo tal como es -¿y cómo es el mundo?- sino como quisiera que fuese, tal como lo imagina su anhelo de concordia o hermandad. Ni hostil ni indiferente, antes bien, pleno de significado.

Lo que Joaquín Delgado pinta no es un río evaporándose en un océano, ni un horizonte marismeño, ni tan siquiera el lento menudeo de una bajamar. Lo que J.D. pinta, en realidad, es el mundo que conoce, una experiencia, al cabo, vital y estética que cruza toda su vida, desde la infancia hasta su contemporánea madurez. Téngase en cuenta, a este respecto, el contexto social y las condiciones personales en que esta serie de obras fueron creadas. Al inicio de la pandemia el artista se retira a la casa familiar de La Jara, en Sanlúcar de Barrameda, y en la soledad y el silencio de esos interminables días sin afán, vuelve a reencontrarse consigo mismo en medio de esa Arcadia que nunca abandonó del todo. Es entonces cuando decide empezar a pintarla, y la recobra. La visión diaria de un paisaje así, de una naturaleza en perpetuo estado de gracia, no solo es capaz de determinar un tema sino, lo que es más sustancial, un estado del espíritu. Son las suyas -y esto no debe olvidarse- imágenes del paraíso, de un paraíso abierto, cercano y en permanente movimiento por la mansa rotación de los diferentes ciclos naturales. Y todo ello el pintor ha sabido llevarlo al lienzo.

Cuando hace dos o tres años vi, en su estudio sevillano, por primera vez uno de estos cuadros, en lo primero que reparé fue en la técnica. Una manera de operar que aparentemente lo emparentaba con Seurat. Sin embargo, lo que en Seurat era, sobre todo, interés por construir una nueva gramática científica de la visión, en J.D. se convierte más bien en una especie de desplazamiento de su propia sensibilidad. Imprime al trabajo sobre el lienzo un ritmo lento, una parsimonia creativa, muy en consonancia con su característica forma de ser y estar en el mundo. Y para ello nada más útil que esa pincelada individualizada, ordenada y analítica, que ya no está interesada en reproducir los detalles inmediatos de la naturaleza sino, por el contrario, en hacernos sentir que algo más profundo y más sólido que la apariencia emerge en nuestra consciencia.

Es el tempo, un concepto, en origen, musical el más apropiado para revelarnos el temperamento de estos paisajes sanluqueños. Paisajes de tempo lento, adagios visuales articulados con voluntad de calma, o más propiamente, de templanza. Del modo en que se recita un mantra o una letanía, la visión de las imágenes de J.D. nos ayudan a calmar la mente y a sintonizar con lo que quiera que llamemos espíritu. En ese sentido, trascienden el género mismo de paisaje para convertirse en auténticos emblemas del alma.

Heredero, de algún modo, del Simbolismo J.D. ha hecho del Guadalquivir a su paso por La Jara, cuando ya no es propiamente río sino más bien agua difusa a punto de disolución, síntesis de una melancolía vital. El asunto importa, pues no por casualidad ese concreto paisaje de estuario ha acompañado al artista a lo largo de su vida, pero aún importa más lo que de símbolo contiene: la convencida apuesta por una naturaleza inocente, sin mancha humana, plena de significado y capaz de reconciliarnos con el mundo. Y, de paso, con nosotros mismos.  

Francisco L. González-Camaño  


Sobre el autor 

Joaquín Delgado Ruiz (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz) es licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla, en las especialidades de Pintura y Conservación-Restauración, y Diplomado Universitario en Enfermería. Apasionado del estilo Arte-Pop, trabaja en los campos de la pintura, la fotografía y el videoarte, disciplinas que ha desarrollado en paralelo a una amplia actividad expositiva tanto en Cádiz como en Sevilla, así como en festivales y certámenes de ámbito nacional e internacional.

A lo largo de su trayectoria, ha realizado diversas exposiciones individuales y ha participado en numerosas muestras colectivas, y ha sido reconocido en múltiples certámenes, concursos, premios y festivales. Entre sus distinciones destacan el Premio del Certamen Nacional de Pintura de Gibraleón (2020), el Premio El Corte Inglés en la Exposición de Otoño de la Real Academia de Bellas Artes de Sevilla (2019), su condición de finalista en el Concurso Internacional de Pintura de Paisajes de Alcalá de Guadaíra (2021, 2022, 2023 y 2025) y en el Premio Internacional de Pintura Focus-Abengoa (2016 y 2017), así como el Accésit en el XI Certamen de Pintura Grupo Lozano (2009) o la Mención Especial en el II Certamen Internacional de Videopoemas Aguas de Alcázar (2012). Ha sido también seleccionado en certámenes como los de Calahorra, Montellano, La Rinconada, El Brocense, Villa de Pego, Ciudad de Cádiz y en múltiples ediciones del Certamen Nacional “José Arpa”.

Su obra forma parte de diversas colecciones públicas y privadas, entre ellas: el Ayuntamiento de La Rinconada (Sevilla), el Centro Olontense de Arte Contemporáneo CODAC (Gibraleón, Huelva), la Real Academia de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría (Sevilla), la Fundación Cajasol, la Colección Grupo Lozano, la Mediateca “El Almacén de las Artes” (Cantabria), el Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda, el Museo de Alcalá de Guadaíra (Sevilla), el Museo Barbadillo de la Manzanilla (Sanlúcar de Barrameda) y los Fondos del Patronato Municipal de Turismo de Sanlúcar de Barrameda.

Además, es autor de diversas publicaciones, como Conversación entre Felipe Ortega Regalado y Joaquín Delgado (2º nº de la revista ARTS. Ideas que cambiarán el mundo, ARTSevilla 2016), Proceso de síntesis al límite de la abstracción (Espacio y Tiempo, Revista de Ciencias Humanas), El Río Guadalquivir. Del mar a la marisma (Vol. II, Junta de Andalucía), o la portada del nº 87 de la revista científica HYGIA de Enfermería. Su obra ha sido también objeto de análisis en Joaquín Delgado. La pintura, el espejo y la mirada, de Juan Ramón Barbancho, publicado en la revista Descubrir el Arte (nº 307, septiembre 2024).